Publicado en 1957, en plena efervescencia del positivismo y la sociología cuantitativa tras la Segunda Guerra Mundial. El autor, sociólogo exiliado ruso, critica el cientifismo aparente y la jerga pseudocientífica que despoja de humanidad al análisis social. Estructurado en ensayos críticos, examina tópicos como el operacionalismo extremo, la desatención a valores espirituales y la obsesión con estadísticas engañosas. Plantea la necesidad de recuperar una sociología humana, que integre dimensiones éticas y culturales con rigor teórico. Su relevancia radica en advertir contra las pseudonociones científicas y proponer un método más equilibrado, influyendo decisivamente en debates metodológicos de las ciencias sociales.