Desde su aparición hace veinte años, la «Democracia Fuerte» de Benjamin R. Barber ha sido uno de los principales estándares con los que se mide el pensamiento y la escritura en ciencia política. Definida como la participación de todo el pueblo en al menos algunos aspectos del autogobierno al menos parte del tiempo, la «Democracia Fuerte» ofrece a la sociedad liberal una nueva forma de pensar y de practicar la democracia. Contrariamente a la opinión comúnmente sostenida de que un exceso de democracia puede deshacer las instituciones liberales, Barber sostiene que un exceso de liberalismo ha socavado nuestras instituciones democráticas y ha provocado el conjunto de crisis contra las que todavía nos encontramos luchando: el cinismo sobre el voto, la alienación, la privatización y la creciente parálisis de las instituciones públicas. En un nuevo prefacio, Barber pasa revista a los últimos veinte años y reafirma su argumento, que parece, por desgracia, más acuciante que nunca.
Randall Collins traza el movimiento del pensamiento filosófico en la antigua Grecia, China, Japón, India, el mundo islámico y judío medieval, la cristiandad medieval y la Europa moderna. Lo que emerge de esta historia es una teoría social del cambio intelectual, que evita tanto la reducción de las ideas a las influencias de la sociedad en general como la construcción local puramente contingente de significados. En su lugar, Collins se centra en los lugares sociales donde se forman las ideas sofisticadas: los patrones de las redes intelectuales y sus divisiones y conflictos internos.
“La mente estoica, desapegada, empírica, dura, penetrante y realista de James Burnham es algo digno de contemplar, de admirar, de emular” - National ReviewObra clásica de la teoría y la práctica políticas, este libro ofrece un relato de los maquiavelistas modernos, un grupo notable que ha sido influyente en Europa y prácticamente desconocido en Estados Unidos: Gaetano Mosca, Georges Sorel, Robert Michels y Vilfredo Pareto. Además, hay una larga sección sobre el propio Maquiavelo.James Burnham sostiene que los escritos de estos hombres tienen la clave tanto de la verdad sobre la política como de la preservación de la libertad política.
Prólogo de MIGUEL ANXO BASTOS ¿Fue la Revolución Francesa el mito fundacional del mundo contemporáneo?¿Recogía en su espíritu todo lo bueno y noble que habita en el alma humana?¿Representaba el bien absoluto y cualquier cosa que se alejara de ella era el mal?Pocos acontecimientos históricos son tan conocidos como la Revolución Francesa, y, al mismo tiempo, tan poco entendidos. La historia se aceleró en Francia durante la última década del siglo XVIII y sus consecuencias no tardaron en afectar a todo el mundo gracias a Napoleón Bonaparte, el más ilustre de los hijos de la revolución. Los dos siglos posteriores son inexplicables sin esta convulsión que encontró infinidad de imitadores en todas las latitudes.Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín diseccionan en este libro la historia de este momento histórico excepcional en todas sus vertientes para desmontar, con precisión y afilada crítica, los mitos e ideas que han perdurado hasta nuestros días.
Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo defienden el liberalismo rebatiendo los argumentos de sus fustigadores. Por ejemplo: la crisis la provocó la liberalización y la desregulación; no manda la política, mandan los mercados; toda reducción del Estado del Bienestar atenta contra las conquistas sociales; los especuladores desestabilizan la economía y generan las burbujas; el Estado puede organizar la economía con efi cacia y equidad; si el intervencionismo es malo, el liberalismo también lo es, y por lo tanto lo correcto es buscar un punto de equilibrio entre ambos. Las cinco lecciones de economía que componen este libro refutan los tópicos del pensamiento único, constituyen un manual para no iniciados en la materia y, a la vez, una invitación a refl exionar sobre las críticas al capitalismo y al mercado libre. En esta obra, amena y provocadora, los autores rechazan la creciente intromisión del Estado, la coacción y la intimidación del poder, así como su constante empeño en recortar los derechos de los ciudadanos, alegando que él sí sabe lo que mejor conviene a sus súbditos. Esa soberbia de las autoridades, esa prepotencia de los poderosos, esa pasión por controlar, asustar, imponer, prohibir, vigilar, multar, recaudar… Eso, concluyen, sí es pecado.