Publicada en 1871, esta obra aparece en una época victoriana comprometida con la moralidad individual y las virtudes civiles. El autor sostiene que el carácter es la fuerza moral que mueve al mundo, más respetable que el talento, pues proviene del corazón y del deber cotidiano. Está organizado en capítulos que analizan, entre otros, la influencia familiar, el ejemplo de los amigos, el valor, el autocontrol, la disciplina del trabajo y la compañía de los libros o del matrimonio. Subraya que cada acto y pensamiento contribuye a forjar hábitos e inteligencia. Su importancia radica en fomentar una ética personal basada en la responsabilidad, la constancia y la integridad, pilares renovadores del ideal victoriano y la cultura reformista.