Escrito en 1988, este estudio defiende la superioridad del orden espontáneo del mercado frente a los planes centralizados. El autor, influido por el colapso de las economías socialistas y preocupado por la intervención estatal, analiza cómo la arrogancia intelectual conduce al desastre económico. Insiste en que ningún individuo o comisión puede acumular el conocimiento disperso que surge de la acción humana libre.